15 de julio de 2002

El niño que vio un OVNI en Escazú

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Artículo principal - Edición No. 242 - Julio de 2002

Tomado del libro: “OVNI: lo
que usted jamás sospechó”,
de Carlos Vílchez Navamuel

El 2 de mayo de 1978, a eso de las 6:30 p.m., un niño de 10 años de edad no tenía ni la menor idea de que iba a ser testigo de una experiencia insólita, de esas que se están produciendo cada día con mayor frecuencia, ese día se produciría un encuentro más del *tercer tipo con respecto a los OVNI.

Su nombre, Eduardo Enrique Lee Lacayo, nacido el 22 de setiembre de 1968 en San José. Eduardo acostumbraba acompañar a su madre, Ligia Marta Lacayo, a visitar a menudo a sus parientes que viven en Escazú.

Mientras jugaba en las afueras de la casa de sus tíos, a eso de las 6:30 de la tarde, Eduardo vio un gato, el cual le llamó mucho la atención, por lo que se puso a perseguirlo, tal y como suelen hacer los niños de su edad para divertirse.

Frente a la casa donde estaba jugando existe un gran solar y el niño al ver que el gato se metía a ese sitio, decidió hacer lo mismo con el afán de agarrarlo, pero de pronto vio algo que le llamó poderosamente la atención ya que brillaba mucho y estaba suspendido en el cielo.

Lo que el menor estaba observando era de color niquelado y despedía a la vez una luz de color amarillo intenso, pudiendo apreciar luego una forma definida, de manera que el objeto que veía era como ver dos platos soperos invertidos y unidos entre sí, cuyo tamaño era de aproximadamente 15 metros y se encontraba quizás a una altitud de más o menos 200 metros, datos que nos facilitara Eduardo el día en que lo entrevistáramos mi hermano y yo, para una investigación del Instituto Costarricense de Investigaciones Científicas y Exobiológicas.

La zona de Escazú es muy pintoresca y montañosa, el día que terminaba estaba claro y despejado, y mientras el aparato flotaba, tenía un movimiento de bamboleo; de pronto, salió una nube gris del aparato, y mientras ésta descendía, se fue formando la imagen de una persona, hasta llegar a tener una forma humanoide completa y aparentemente materializada.

La imagen o el ser, no llegó a tocar la tierra nunca, sino más bien se mantenía en el aire como suspendido. Tenía algo parecido a una capa o túnica cerrada y larga, aunque no le llegaba hasta los pies. El niño pudo ver también que llevaba una especie de zapatos cerrados de color dorado y sin cordones, y el tamaño del ser o la proyección se podía calcular en 1,60 m de estatura.

Luego de ver todo esto, Eduardo pudo advertir, además, lo que le sucedió al gato, ya que al parecer éste también fue testigo de lo ocurrido. Según nos contó, el felino se asustó tanto, que se le paró el pelo como sucede cuando tienen un pleito callejero, y el animal salió despavorido.

Al preguntársele más sobre el ser o la proyección, nos comenta que la cara no se la pudo ver bien, pero que la forma de los labios era delgados y finos; la observación no duró más de dos minutos y asegura que no sintió nada de miedo, sino hasta que el ser que estaba viendo le extendió los brazos como si lo estuviera invitando a acercarse y abrió la boca para decirle algo, aunque no pudo percibir si emitió algún sonido, ya que corrió tremendamente asustado. Mientras corría hacia la casa de sus tíos se volvió para ver si todavía estaba el ser y el aparato en forma de plato, pero el ser ya no estaba y la nave tomaba altura.

Cuando llegó a la casa, su madre y su tía se asustaron al ver el estado en que se encontraba Eduardo, ya que traía el pelo parado, estaba muy pálido y sumamente asustado.

  • Se conoce como encuentro cercano del tercer tipo cuando un ser humano tiene una relación personal, cara a cara, con uno o más seres de un mundo ajeno al nuestro.



¿Realidad o fantasía?

Los detractores de los OVNI dicen que es improbable que seres de otros planetas nos estén visitando, dado que las distancias que separan los astros son sencillamente exorbitantes, pues la mayoría de las estrellas de la Vía Láctea se encuentran se encuentran a cientos o miles de años luz de la Tierra —el año luz es la distancia que la luz recorre en un año—, y la luz viaja a la increíble velocidad de 300 000 kilómetros por segundo. Sin embargo, los defensores opinan que es posible que civilizaciones mucho más adelantadas que la nuestra hayan desarrollado tecnicismos tan avanzados que les haya permitido resolver lo que para nosotros resulta imposible en la actualidad. Creer o no creer, es el dilema.

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